En un mundo globalizado e interdependiente como el actual las enfermedades altamente contagiosas tienen la misma dinámica de traslado que el de las personas, viajan tan deprisa y por las mismas vías que los seres humanos, como es de conocimiento común, de esta forma el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 se ha propagado a lo largo y ancho de la geografía universal muy rápidamente durante el último año.
El primer caso notificado en China tiene lugar en la ciudad de Wuhan el 31 de diciembre de 2019. El virus pasa a Europa, siendo el primer país Iberoamericano España que notifica el primer caso el 31 de enero de 2020 (importado, por un turista alemán en La Gomera). El 26 de febrero Brasil notifica el primer caso en América Latina.
La OMS estima que la tasa de contagio (R0) del virus es de 1,4 a 2,5, aunque otras estimaciones hablan de un rango entre 2 y 3.
Ningún país estaba preparado para una pandemia de estas características, producida por un virus altamente contagioso (3-5 veces más que los virus gripales), con gran número de personas portadoras asintomáticas (35-40%) o poco sintomáticas (35-40%) pero potencialmente muy letal (20-30%) para un determinado grupo poblacional -personas mayores frágiles y personas con patologías previas.
La OMS declaró emergencia global el 30 de enero y la pandemia global el 11 de marzo.
Dada la gravedad de la pandemia por la elevada tasa de contagios, por la dificultad de controlar la expansión, el colapso que ha ocasionado en los sistemas de salud de varios países, la carencia de un tratamiento terapéutico eficaz que combata la COVID-19, la pandemia ha ocasionado ya una crisis sin precedentes, tanto en el ámbito sanitario, como en el económico y social, dejando miles de pérdidas de vidas humanas y roto miles de familias y una brecha económico-social sin precedentes.
El coronavirus SARS-COV 2 es un patógeno que ha saltado a los humanos durante el año 2019 y ha encontrado en ellos un huésped adecuado para su reproducción y un vector muy capacitado para su trasmisión.
Se transmite tanto en fases tempranas, asintomáticas, y durante las sintomáticas. La transmisión del virus se produce principalmente de persona a persona a través de gotitas respiratorias generadas por la tos y estornudos (gotitas de plugge), por contacto directo de las mucosas de nariz, boca y ojos con las manos contaminadas. Pero también lo hace por aerosoles a través del aire -o a través de fómites y se ha detectado en secreciones nasofaríngeas, incluyendo la saliva y las excretas.
Según numerosos estudios, el SARS-COV 2 permanece activo en superficies de cobre, cartón, acero inoxidable, plástico etc. permanece activo durante varios días. El virus es más virulento con la población mayor y con los que tienen patologías previas, pero ninguna población está exenta de verse infectada.
Debido a la rapidez de contagio, el número de pacientes desborda los sistemas sanitarios, tanto, que los lleva a un auténtico colapso.
Dada su transmisión asintomática, el personal sanitario se ha convertido en un auténtico foco de transmisión, constituyéndose además en un colectivo con un amplio porcentaje de infectados por SARS-CoV-2, mermando la capacidad de respuesta del sistema.
Tanto las medidas de aislamiento social como el confinamiento de la población son, por ahora, la única medida efectiva contra la propagación del virus, además de las medidas de higiene y aislamiento respiratorio (mascarillas).
Ahora bien, no existe un tratamiento homologado científicamente para tratar la enfermedad, sin embargo, se empiezan a obtener buenos resultados de los ensayos de las vacunas que pretende inmunizar a la población para detener la propagación de la enfermedad.
Tras una investigación acelerada, internacional, conjunta y sin precedentes que ha conllevado una gran inversión de dinero y de medios, se han conseguido realizar las fases I, II y III de ensayos realizados por las grandes potencias en tiempo récord. Es así como el pasado 11 de diciembre, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de EE. UU. autorizó por el uso de emergencia de una vacuna para la prevención del COVID-19 que demostró ser 95% efectiva en la prevención de la enfermedad en las últimas fases de sus ensayos y puede ser administrada a personas de 16 años o más. Asimismo, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) pretende en el mes de diciembre someter la vacuna a aprobación; por su parte, la Autoridad Reguladora de Medicamentos y Productos Sanitarios (MHRA) del Reino Unido ha autorizado la vacuna para uso de emergencia, antes de las decisiones de EE. UU. y Europa.
Por lo anterior y, teniendo en cuenta la crisis por la que a traviesa el mundo en el ámbito sanitario, por razones del coronavirus SARS-CoV-2, en donde en América Latina se registra a la fecha cerca de 16 millones de contagios y más de 520 mil fallecimientos, corresponde a la OISS como organismo internacional, técnico y especializado, el cual promueve el bienestar económico y social en el ámbito de la protección social y seguridad social de los países Iberoamericanos, poner en marcha una estrategia que permita acompañar a las instituciones miembro y a los países de la región en la consolidación de los procesos de vacunación que permitan reducir el impacto del COVID-19, a través de diferentes acciones, como el intercambio de experiencias, la formación de profesionales del ámbito sanitario, la información a la ciudadanía sobre los procesos de vacunación y la importancia y necesidad de la vacunación, entre otros.
En este sentido, con base en el Plan Estratégico de la Organización para el periodo 2020-2023 y, su ampliación para reforzar los sistemas de salud y protección social, aprobada por el Comité Permanente de la OISS el pasado 26 de noviembre, se pretenden llevar a cabo cuatro líneas de acción:
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